Medellín, entre cultura y vendedores ambulantes

Recorrer las calles del centro de Medellín un sábado por la tarde es una experiencia singular, no apta para demofóbicos. En cuanto salimos a la estación de metro de Parque Berrío sentimos que algo se nos venía encima. Un ruido continuo y uniforme empieza a llegar a nuestros oídos mientras bajamos las escaleras y llegamos a la calle, repleta de gente.

Allá abajo nos esperan decenas, qué digo decenas, cientos de vendedores callejeros deambulando entre los transeúntes y proclamando a los cuatros vientos las bondades de sus productos. Las amorfas palabras de este bazar improvisado nos hablan como si formaran parte de una tertulia sin interlocutores. Como si conformaran varios micromonólogos entremezclados entre sí, sin guión ni rating, pero con un público amplio con el que comparten escenario.

Algunos de los mercaderes se aprendieron un sencillo juego de palabras para llamar la atención de su disperso auditorio. Otros se limitan a repetir hasta el más puro aburrimiento las mismas palabras o frases. Algunos chillan sus virtudes a viva voz -no sé cómo no se quedan afónicos-, mientras que otros se compraron un sistema de amplificación que no siempre sirve para que se escuchen mejor sus palabras. Los más vivos -o los que un día se quedaron sin voz- decidieron grabar el mensaje y limitarse a darle al play.

Paseamos por la peatonal avenida Carabobo rodeados de vendedores de zapatos, frutas, refrescos, sombreros, animalitos de plástico de esos que soplas y lanzan pompas de jabón, bolsas de patatas y de plátano frito, caramelos, chicles, maní… Dos chicos transportan una enorme hamaca extendida que van ofreciendo a su paso mientras la marabunta que anda por esta vía comercial intenta esquivarlos para proseguir su camino.

«¡Aguacates, aguacates!», proclama uno de ellos a través de su saturado altavoz, amarrado al micrófono como si fuera una estrella del pop. Una mujer se acerca para interesarse. «Bien pueda. Levántelo. Verá que bueno el aguacate, mija. Levántelo», charla con ella sin dejar de lado el micrófono. No sé si le vendió el aguacate, pero posiblemente la dejó sorda después de la conversación amplificada. Después nos cruzamos con un grupo que vende limonada. Les hacemos un par de fotos y empiezan a posar para la cámara, entre sonrisas y comentarios. Y es que es lo más habitual esta actitud entre la gente de Medellín.

«Guarapo. No trague saliva. Beba guarapo. Guarapo barato!», anuncia un vendedor de jugo de caña con limonada, uno de los productos estrella, especialmente cuando el sol calienta fuerte en la ciudad de la eterna primavera. «Qué bochorno. Qué calor. Compre gaseosa. A la orden!», salta otro. Aunque a estas horas de la tarde el calor insoportable del mediodía ya ha empezado a remitir y en breve tendrá que cambiar el lema o dejarlo hasta mañana, cuando el sol vuelva a quemar.

Llegamos hasta la plaza Botero, donde la mercancía se amplia con decenas de réplicas de las glotonas esculturas del artista antioqueño. Y con esos proyectiles que lanzas hacia el cielo y dan vueltas sobre sí mismos entre luces de colores. No sé por qué será que un producto tan poco útil tendrá tanto éxito en los mercados nocturnos de las grandes ciudades.

Nos hacemos lugar entre los compradores ocasionales, las abultadas esculturas de Botero, los ruidosos mercaderes y los buscavidas, siempre presentes en estos lugares, para llegar de nuevo hasta la estación de metro. Por suerte, no sufro de demofobia. Pero, sin duda, pasear por las calles más céntricas de Medellín el sábado por la tarde puede agobiar hasta al mayor amante de las multitudes. Así que damos por terminado el paseo y decidimos repetir otro día la travesía, para apreciar con más calma las esculturas del genial artista y visitar el museo de Antioquia.

Hay que decir que no somos muy amantes de las grandes ciudades. Preferimos la calma de los pueblecitos a las aglomeraciones de las urbes. Disfrutamos más de un paseo por las arenas de una playa perdida que divagando por las tiendas de una avenida comercial. Pero también debemos admitir que en el mes que llevamos en Medellín hemos podido descubrir una ciudad distinta, que nos ha cautivado con su amplia oferta cultural, la simpatía de sus gentes y la diversidad de sus instalaciones.

Durante estas semanas hemos tenido la gran suerte de estar muy bien acogidos en el barrio residencial de Laureles por Uriel y Lisorelly, una pareja paisa que nos venía siguiendo por facebook desde antes de que llegásemos a Sudamérica. No hemos tenido tanta suerte con la Saioneta, nuestro medio de transporte y -salvo estos días- también nuestra casa. Las reparaciones mecánicas -las peores desde que salimos de Buenos Aires hace 3 años- nos han retenido durante más de medio mes en Medellín. De hecho, seguimos pendientes de un nuevo mecánico. Pero no hay mal que por bien no venga, ya que esto nos ha dado la oportunidad de conocer mucho mejor sus atractivos y su historia.

Subiendo por las laderas de Medellín con el metro cable desde la estación de San Javier contemplamos la comuna 13 desde el aire. Conforme el teleférico va avanzando, los edificios se van convirtiendo en casitas bajas, improvisadas, que escalan por la escarpada orografía del lugar. Contemplo el amasijo de hogares, apiñados en esta parte de la ciudad, y me estremezco por momentos, pensando que en algún lugar de esta comuna se encuentra la fosa común urbana al aire libre más grande del mundo. El fruto del conflicto entre guerrilla y paramilitares, en una fase de la historia de Medellín que estuvo manchada por la sangre y el tráfico de drogas.

En contrapartida, en la historia reciente de la ciudad, se han doblado los esfuerzos por hacer de Medellín un referente cultural dentro de Colombia. Y durante el tiempo que hemos estado en la capital de Antioquia podemos asegurar que ha dado sus frutos. Llegamos a Medellín para la feria de las Flores, en la que pudimos disfrutar durante diez días de una variada oferta cultural. Fuimos a conciertos al aire libre, pasamos por las exposiciones de esculturas florales, presenciamos un amplio desfile de autos clásicos y cerramos el festival con el impresionante desfile de Silleteros.

Y en los días posteriores a la feria, se han celebrado festivales internacionales de teatro, blues, música clásica… Parece que en todo momento haya algún evento interesante en la cartelera cultural de la ciudad, que se suma a la oferta fija: desde el parque Explora hasta el jardín botánico; desde la plaza Botero hasta el museo de Antioquia; desde la biblioteca central hasta el parque de los deseos. Toda una variedad de oferta cultural que, sin duda, justifican una visita a Medellín en un viaje a Colombia.

DATOS PRÁCTICOS:

CÓMO LLEGAR

Por vía aérea, puedes viajar a Colombia con Expedia

Medellín cuenta con dos aeropuertos. El aeropuerto Olaya Herrera, situado en el centro de la ciudad, i el aeropuerto internacional José María Córdova, ubicado en Río Negro. Si llegas en avión a Medellín desde Bogotá o desde otro país éste te va a dejar en el aeropuerto de Río Negro, situado a 36 kilómetros, a una hora en autobús hasta Medellín.

Medellín es la segunda mayor ciudad de Colombia. Se encuentra situada a unos 400 kilómetros de la capital, Bogotá. Desde allí se tarda una hora si tomas un avión, mientras que por vía terrestre se demora entre 8 y 10 horas. Hay varias compañías regulares de autobuses que hacen este trayecto.

DÓNDE COMER VEGETARIANO

Salud Pan: En el barrio de Laureles, encontramos este restaurante de comida saludable que ofrece una ámplia carta con opciones de menú vegetariano (10.500 COP) y raw o crudivegano (11.000 COP). La variedad de los menús y la calidad de los productos -que son orgánicos y proceden de su propia huerta- han hecho de este local nuestro preferido de Colombia y uno de los que más nos ha gustado de todo el viaje desde que optamos por una dieta vegetariana. También tiene la opción de menú con carne y pescado. Además, el lugar cuenta con una extensa ecotienda donde además de vender productos envasados también ofrecen vegetales orgánicos.

Govinda’s: Aunque no tiene la variedad ni la creatividad del anterior, este restaurante llevado por la comunidad Hare Krishna ofrece un menú vegetariano por un precio que oscila entre 9. 000 y 10.000 pesos. Si eres vegetariano y estás visitando el centro de la ciudad, esta puede ser la mejor opción, ya que se encuentra muy cerca de la plaza Botero y el museo de Antioquia.

DÓNDE COMPRAR ALIMENTOS ORGÁNICOS

Durante nuestra estancia en Medellín hemos estado muy bien acogidos por Uriel y Lisorelly, una pareja paisa que recientemente ha abierto un emprendimiento de alimentación orgánica en el barrio de Laureles:  Tu ser, donde además de vender alimentos saludables promueven los mercados de proximidad. Para agradecerles su hospitalidad hemos hecho un vídeo sobre el emprendimiento y la importancia de la alimentación saludable: «Que tu alimento sea tu medicina».

DÓNDE DORMIR EN FURGO O VEHÍCULO CAMPER

Parque Arví: Durante nuestra estancia en Medellín hemos estado alojados en la casa de unos amigos del Club Volkswagen de Medellín, de manera que no hemos llegado a dormir en nuestro vehículo. No obstante, varios viajeros nos han recomendado una buena opción para pernoctar en vehículo camper en la ciudad de Medellín.

Consiste en subir hasta el parque Arví, donde además de poder aparcar de forma gratuita cuenta con servicios básicos y vigilancia. Desde allí se puede tomar el metro cable, que tiene un coste de 4.600 pesos, y te lleva hasta la estación de metro Santo Domingo en un trayecto de unos 25 minutos. Una vez en el metro, puedes moverte por toda la ciudad pagando el billete sencillo (2.000 COP).

CÓMO DISFRUTAR GRATIS DE UNA PISCINA OLÍMPICA

Unidad Deportiva Atanasio Girardot: En nuestra estancia en Medellín descubrimos que podíamos ir a una piscina olímpica gratis en este enorme complejo deportivo. Para conseguirlo, debes entrar en la web de Inder, la entidad que lo gestiona, inscribirte como usuario y escoger la opción Piscina Olímpica César Zapata y la hora. Hay que pedirlo al menos con dos días de antelación y es válido para todos los días menos el lunes -cerrado por mantenimiento- y los fines de semana. La reserva te da derecho a una hora de piscina, las duchas, los vestuarios y las taquillas. También se puede entrar al momento, sin reservar ni registrarse, pero en ese caso tiene un precio de 12.500 pesos. La web ofrece muchas otras opciones de piscinas u otras instalaciones en los diferentes centros deportivos gestionados por el municipio (Habría que consultar las condiciones para el resto de instalaciones).

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4 comentarios en “Medellín, entre cultura y vendedores ambulantes”

  1. Siempre atento a los pequeños cambios, amigo Leo. Tratamos de ir mejorando y ampliando el contenido del blog conforme avanzamos.
    Un abrazo!!!

    que completito este blog !! està bueno el agregado de datos pràcticos .. ! abrazooo

  2. que completito este blog !! està bueno el agregado de datos pràcticos .. ! abrazooo

  3. Sin duda, es mucho más relajado en diario. Es una experiencia completamente distinta. Mezclarnos entre tanta gente fue algo estresante, pero a su vez una experiencia curiosa, hasta el punto que se convirtió en la base para el artículo de una ciudad con tantas cosas para escribir como Medellín!

    Nosotros seguimos a la espera de la furgoneta. Parece que en el mecánico van avanzando, pero todavía es temprano para saber nuestros planes. Si todo va bien, nos gustaría ir hacia Bogotá a finales de esta semana. En todo caso si llegas Medellín y todavía estamos por aquí nos dices algo y quedamos. Y si no, tal vez coincidimos más adelante.

    Un saludo!!!

    No soy muy amante de las multitudes pero gusto de vivir esas experiencias.
    Mientras leía pensaba, no un sábado un ratito y listo y día de semana para disfrutar y ahí ustedes lo decían!
    Chicos, les dejo un abrazo enorme y el deseo de encontrarlos por Colombia!!!

  4. No soy muy amante de las multitudes pero gusto de vivir esas experiencias.
    Mientras leía pensaba, no un sábado un ratito y listo y día de semana para disfrutar y ahí ustedes lo decían!
    Chicos, les dejo un abrazo enorme y el deseo de encontrarlos por Colombia!!!

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