¿Un paisaje de otro planeta en una gran ciudad? Esto es lo que nos encontramos a tan sólo 10 kilómetros del centro de la zona sur de la Paz. El valle de la luna es el atractivo natural más surrealista de la capital administrativa de Bolivia. Os los mostramos en el capítulo número 100 de Furgo en ruta.
Desde que empezamos a viajar por Sudamérica hemos pasado por varios valles de la Luna. El de Bolivia tiene la particularidad que se encuentra en una gran ciudad. De hecho, buena parte de la zona sur de la Paz es un gran valle de la luna. En los últimos tiempos, las construcciones han ido ganando terreno a las formas imposibles que se han formado con la erosión.
Por suerte, a tan sólo unos minutos en coche del centro, han preservado esta zona donde han habilitado unas pasarelas. A través de éstas, paseamos por el valle de la Luna a nuestras anchas, disfrutando de este paisaje lunar. Como si estuviéramos en un cuadro de Dalí, disfrutamos de este paseo de trazos surrealistas. Una experiencia que merece la pena si visitas la increíble ciudad de la Paz.
A pesar de la cercanía de la gran ciudad, disfrutamos de un entorno especialmente relajante. Mientras esperamos que un grupo de turistas siga su camino para hacer uno de los stand up del vídeo de este capítulo, nos sorprende una vizcacha que se camufla entre los colores ocres de un precipicio. Se trata de un animal bien parecido a un conejo. Nos pasamos un buen rato observándolo y filmándolo, mientras vemos pasar diferentes especies de pájaros. Como casi siempre, visitar los atractivos turísticos entre semana y fuera de temporada alta tiene premio.
Nos despedimos del valle de la Luna con música
En un momento, vemos a un músico tocando la quena subido encima de una de las torres naturales. Va vestido con un poncho rojo. La música es inspiradora. Y a la vez me inspira a sacar de la mochila de los instrumentos mi antigua quena. Si bien todavía estoy aprendiendo a tocarla, las notas van fluyendo por todo el valle de la Luna. Y se cuelan entre los entresijos de las formaciones rocosas del lugar, dejándonos con la sensación de haber estado en un lugar muy especial, casi místico.